Curiosa, como poco, es como podríamos definir la historia de un gran conocido como el GIF. Sí, el GIF, un formato que ya es familiar para todo el mundo –al menos para aquellos que aún no viven en una ecoaldea– y que nos acompaña en conversaciones, stickers, banners, stories y todo aquello donde lo queramos meter. Es posible que también sepas que este tipo de imágenes animadas cuentan con bastantes limitaciones. Unas restricciones que deben ser aceptadas y sorteadas a partes iguales por cualquiera que se adentre en sus entrañas.
Entonces, ¿cómo es que es tan popular?
Los inicios del GIF
El Graphics Interchange Format se creó en 1987 por CompuServe y se popularizó por tener color y ser más eficiente en cuanto compresión y peso que otros estándares de la época. Teniendo en cuenta que por entonces se podían esperar minutos para descargar imágenes —minutos de internet que salían bastante caros— era un gran avance. Ha perdurado hasta nuestros días gracias al ya extinto navegador Netscape, que incluía soporte para este tipo de imágenes.
Cuando Internet Explorer se declaró como absoluto ganador de los navegadores en la década de los 90 –hay que ver cómo cambian las cosas—, Netscape murió y la patente sobre los GIFs fue liberada por parte de su propietario.
Antes de que comenzase la presente era de los memes, el GIF se acomodó tranquilamente en el mundo web por ser soportado por la mayoría de navegadores, siendo especialmente útil para banners por su carácter animado. En menor medida, también destacaba su utilidad en aplicaciones como Microsoft Power Point en presentaciones y poco más, ya que en otros programas no resultaba idóneo: se perdía la animación y solo se mostraba su primer fotograma.


Sus competidores
Probablemente por su sencillez, el GIF sigue presente en los banners. Ha sobrevivido al ya obsoleto Flash y sigue conviviendo con el HTML. Para los profesionales que tienen que trabajar con este formato, el GIF tiene que ser entendido primero desde sus limitaciones. ¿Por qué? Porque técnicamente no es un formato preparado para el siglo XXI. Aunque soporta la transparencia y el loop infinito –sus dos mayores logros–, su paleta está restringida a 256 colores por imagen. Esto nos obliga a aplicar técnicas de dithering –alternar píxeles de diferentes colores como si de un cuadro puntillista se tratase– y tener que lidiar con pesos excesivos en imágenes de mayor resolución.
Por eso resulta complicado trasladar secuencias de imagen real a este formato: por lo general tendrán mayor calidad y menor peso en un formato de video mp4 –sin tener en cuenta el añadido del sonido–.
El futuro del GIF
Pero la realidad es que el GIF sigue en boca de todos precisamente porque sigue en boca de todos. Es decir, se ha convertido en un ícono de la cultura popular de internet y las redes sociales. GIF ya es sinónimo de imagen animada, rápida, desenfadada y, más que probablemente, con una inyección de humor.

¿Su futuro? Pues efectivamente, el GIF como formato tiene los días contados. Aunque está por ver si, al igual que Kleenex o Tupperware, reemplaza como palabra genérica a su propia condición. Actualmente ya existen alternativas con mejor calidad y mejor compresión –nuevos formatos peleando entre ellos por ser el nuevo rey–, que poco a poco irán desterrando al GIF al mismo edén en el que se encontrará con grandes compañeros como MP3, AVI o WMA. Algunos de estos nuevos candidatos son el APNG, WebP, FLIF o el ya más extendido SVG animado. Solo el tiempo podría decirnos quién se queda con el trono.